Tres versiones

Es interesante analizar la forma de presentar los “hechos históricos” por parte de distintos medios, y las formas que tienen de presentarlos al público. Difiere mucho el tratamiento que se le dio en las producciones de “Gritos de Muerte y Libertad” por parte de Televisa, “El Grito que Sacudió a México” por Discovery, como el referido libro de Jorge Ibargüengoitia “Los pasos de López”.


La serie histórica de Televisa se enfoca en exaltar a través de diferentes capítulos, la participación de cada personaje en el movimiento independentista de México. El discurso del programa no se aleja mucho de lo que podríamos anticipar de ésta producción: diálogos complacientes que intentan evocar el idealismo de los personajes.


La apuesta que intentó Televisa con esta serie fue sobre todo visual, apelando a un lenguaje cinematográfico muy mal logrado, dando como resultado un ritmo lento. Mención aparte para las frases de apertura y concluyentes de cada episodio, que intentan contextualizar las escenas y darle un “cierre” a lo visto en pantalla. El disclaimer que hacen al final del episodio los excusa de una crítica más mordaz al alegar que es “una interpretación libre de los hechos históricos”.


En la serie que realizó Discovery Channel bajo el formato de “docu-drama”, que no es otra cosa que una representación histriónica de los “hechos históricas” acontecidos en el periodo de la lucha encabezada por hidalgo (1810.1811), acotado por diversos historiadores que comentaban hechos no tan conocidos por el grueso de la población.


Esta producción podría presumir ser la más “objetiva” de las tres a analizar, ya que cuenta con diversos puntos de vista de varios historiadores. El problema que veo con “El Grito que sacudió a México”, es precisamente ese, el no comprometerse con una posición crítica de análisis. Aunque para muchas personas ahí radicará su mayor valor.


Por su parte la novela de Jorge Ibargüengoitia “Los pasos de López” retrata el movimiento de independencia con un lenguaje más cercano, que nos refleja la posible idiosincrasia que se vivía en aquella época donde se gestó la descolonización de América, en especial de México.


Nos muestra a unos personajes más creíbles. Con un Hidalgo cegado por el poder, que en su propia miopía sembró el fin de esa primera etapa revolucionaria; unos criollos ansiosos de poder a los que no les importaban los naturales de México; una Corregidora coqueta que a través de sus encantos conseguía doblegar las voluntades de los libertadores nacionales.


Con esas licencias que se toma Ibargüengoitia, (no sabemos a ciencia cierta muchas características de la psicología de los personajes), humaniza a los que antes veíamos como mitos... los hace cercanos, se les da una nueva dimensión en sí y al porqué de sus actos. Claro desde un terreno hipotético que nos invita a reflexionar.

Historia de bronce y falacias simbólicas

No es particular ni exclusivo de nuestra cultura hacer construcciones sociales mitificando hechos o personas, sobre todo en lo concerniente a los acontecimientos históricos. Es un común denominador en la “forma” de contar la historia por parte de algún grupo de poder, exaltando o soslayando hechos que justifiquen o realcen características específicas de un momento de la historia.


Esto no es ajeno a nadie, mucho menos en nuestra historia oficial. Que se encuentra plagada de “héroes, personajes irreales, momentos adversos, gestas heroicas, legados ancestrales... etc.”.1 El carácter mágico-religioso con el que se nos ha “enseñado” nuestra historia, convirtiéndola en un dogma, (seguido a conveniencia) provoca que quien ose sugerir algún aspecto que se aleje de la norma, sea lapidado por todos aquellos que “sí son mexicanos”.


Y es que nos han enseñado a aprender, y no aprehender. Por lo general vemos las cosas de una forma maniqueísta, donde hay buenos y malos. Tenemos idealizado al padre de la patria sin concebir que haya cometido atrocidades como la toma de la alhóndiga de Granaditas, porque no es posible que Benito Juárez haya sido un ávido amante del poder, ¿verdad?


Es precisamente ahí donde radica la grandeza de la obra de Ibargünetoitia2, en presentarnos una novela histórica (con un gran sustento) que deja de lado esos personajes emblemáticos, tan arraigados por el constante condicionamiento al que somos sometidos desde las tres esferas de educación: la familia, la escuela y la televisión.


Dejar de lado todas las cargas ideológicas a las que son sometidos hechos y personajes, ubicándolas en su contexto, nos ayuda a entender en una dimensión más amplia el por qué sucedieron pasajes como la guerra de independencia.


Entiendo el argumento de que la “consciencia nacional” es necesaria para la cohesión social... lo entiendo. Pero no justifico la homogenización de una historia maniqueísta que no es crítica, creadora de chovinismos baratos y retrogradas.

1Léase con un dejo de ironía

2Amén de su exquisita sátira y prosa ágil