Descontento social en la clase media

Víctor no podrá terminar su tarea para el día de mañana, debido a las casi seis horas que no ha tenido luz en su hogar. El señor Raymundo está enojado por que además de que fue despedido de su trabajo, no podrá ver el partido de la selección. Laura y sus dos hijos (vecinos de Víctor) no pueden entrar a su hogar, ya que su entrada cuenta con acceso eléctrico. Así miles y miles de personas de la denominada “clase media” se expresan en contra de la administración que lleva el país.

Hasta hace poco, el término “desigualdad social” no provocaba reacción alguna en este sector de la población, veníamos de un pequeño auge económico que se gesto en los albores del presente siglo. Pero a medida que la suma de distintos factores han trastocado directamente a sus intereses, los clasemedieros comienzan a alzar la voz de una forma desorganizada, pero cada vez más sonora.

Lo que para Maquiavelo y Aristoteles era el estado perfecto de la población, una clase media que se adaptara a las condiciones sociales en el que se cimentara la cohesión social ha ido en decremento.

Ellos no saben si es la administración local o federal. No saben si miles de trabajadores se quedaron sin empleo tras la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), saben que no podrán hacer sus tareas y no verán el partido de fútbol. No saben de políticas anticíclicas o crisis económica mundial, saben que ahora tienen que planear unas vacaciones más austeras y que no cambiarán el coche como tenían planeado.

Diversos analistas señalan que cada vez se gesta una brecha mayor entre los sectores de la población, por tanto, es menos frecuente la movilidad social.

Por otra parte, el martes pasado (16 de marzo) diversas asociaciones civiles, estudiantes, trabajadores y ex empleados de LyFC convocaron a una huelga nacional —simbólica— , donde casi fue imperceptible la suma de éste sector de la población. Donde, los de siempre, fueron los mismos que se manifestaron en contra de la oligarquía a la que todavía muchos quieren ingresar.

Imagen: Sociología para novatos

Erección

Tal vez, las cosas no existen hasta que te das cuenta de que están ahí y suceden. Eso es lo que sucede con las erecciones. Desde que el bebe nace, se presentan y son naturales, pero una vez que se toma consciencia de ellas es cuando nos traen placeres y vergüenzas, pena y orgullo, incomodidad y confort... esa sensación de poder que sólo un hombre puede explicar.

No recuerdo con certeza mi primera erección, tal vez porque no fui un joven precoz. Me desenvolvía en un ambiente demasiado tranquilo —que en retrospectiva parecería aburrido— y en un contexto profundamente religioso, donde el deseo sexual era prácticamente nulo, no por imposición o norma, simplemente por carencia de sentido.

Lo que si recuerdo, muy bien por cierto, es aquellas primeras erecciones que eran provocadas, que nacían del encuentro con mi bella Violeta.


Nos conocimos por la amistad que compartían nuestras mamás, coincidíamos en frecuentes ocasiones en reuniones donde el común denominador para todo joven es el aburrimiento. Eramos de la misma edad, lo demás estaba de sobra. Al principio me costó mucho tiempo mostrarme con naturalidad ante ella, puesto que mi personalidad era introvertida y apenas hacía mis pininos en el “arte” del cortejo, eso aunado a la belleza que la pequeña Violeta irradiaba.

Nuestra amistad se afianzó y pronto encontramos los pretextos para frecuentarnos cada vez más hasta convertirnos en novios. Los primeros esbozos que recuerdo relacionados con la erección, pueden remitirme a esas ansiosas esperas afuera del “Sagrado Corazón de Jesús”, donde el tiempo se me hacía eterno. Pero no recuerdo que fuera una erección como tal, era esa adrenalina que sientes al ver a tu peor es nada.


Erección como tal, las que había en su casa. En esas tardes donde juntos descubríamos nuestra sexualidad y el rubor provocado por la excitación era una constante , claro, todo esto bajo el pretexto bien fundamentado de ayudarnos en las tareas y ser “amiguitos” a los ojos de nuestros padres.


Nada se compara a esa satisfacción tan egoísta de proporcionarle placer a otra persona, y si a eso le agregas la transgresión, el descubrimiento, y la sensaciones que sólo se experimentan cuando eres un adolescente te hacen descubrir que el contacto con el otro ser es maravilloso.

Imagen: Universidad de Santiago de Chile

Azucenas blancas en ocho de marzo

Ocho de marzo

Nunca me han gustado los extremos, y pienso que eso ha sido el mayor problema que hemos tenido como sociedad. Enfundarse en un traje de radicalismo hacia cualquier postura, sea la que sea, es un acto de miopía e intolerancia que debemos evitar.

Aunque siempre he tenido un interminable debate interior, ser feminista o no. El asumir una postura de apoyo y legitima defensa hacia un sector vulnerable de la población me hace pensar que lo discrimino al no tratarlo por igual. Enorme contradicción eh, pero una amiga —que algunos compañeros apodaban feminazi— me ayudo a entender, “no queremos ser iguales, porque ahí radica la grandeza de nuestra condición (tanto de hombres como mujeres) en ser diferentes, pero con los mismos derechos y oportunidades”.

“Cualquier mujer que intente comportarse como hombre, seguro carece de ambición"
Dorothy Parker

Y es que, mientras se tenga que seguir peleando contra los patrones que injustificadamente despiden a sus empleadas por estar embarazadas, mientras que se tenga que pelear contra las traidoras que no reconocen la grandeza de su género, mientras no dejemos de valorar a la mujer como un objeto ornamental, mientras no dejemos que instituciones arcaicas y carentes de toda moral intenten dictar y ejercer derecho sobre un cuerpo que no les pertenece, y mientras no se resuelvan crímenes impunes como los feminicidios de Ciudad Juarez debemos mantenernos en pie de lucha para obtener equidad siendo diferentes.


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Azucenas Blancas

La pequeña Denisse veía en la novela de las diez como el apuesto galán le obsequiaba a la protagonista una azucena como símbolo de su compromiso. Desde ese momento, las azucenas se convirtieron en su flor preferida.

Fue una infancia difícil la de Denisse, padres que trabajan todo el día y no tienen tiempo de escuchar sus gustos, miedos, aspiraciones... ¡Viven enojados!, decía la niña que no comprendía porque sus papás no eran como los que salían en la tele. No entendía los disimulados resquicios que aún hay de machismo en nuestra sociedad, y los roles que ésta nos ha establecido. No entendía porque su mamá estaba triste, porque no sonreía, ¿por qué no le regalarán una azucena?

Denisse tuvo muchas oportunidades de recibir azucenas...

Una de ellas cuando su novio por fin la convenció de que le entregara “la prueba de amor”; tal vez se le olvidó, pensó. Cuando parió a los dieciséis años; no, ahora lo importante es el bebe, pensó. Cuando por fin pudo conseguir trabajo en una maquiladora y sus padres la esperaban en casa; es difícil conseguir flores en una ciudad fronteriza, pensó.

Un día no regresó a casa después del trabajo. Pasó a ser una más de las mujeres que conforman la estadística de feminicidios en Ciudad Juarez. Otra más. Así se perdió lamentablemente la efímera vida de Denisse que sólo pudo obtener su anhelada azucena en las ofrendas que se hacen a estas victimas sin voz.

De parafilias y jóvenes psicólogos

Hacía mucho que Leonardo había entrado en el programa estructural para la asistencia de la juventud mexicana. O lo que es lo mismo, donde incipientes psicólogos tenían que prestar servicio social a chavos que eran enviados a éstos especialistas para ser atendidos de forma gratuita.

Lo que en algún momento era emoción y prestancia para con los jóvenes, se fue transformando en tedio y hastió. No sólo se le termino ese encanto primigenio de los “nuevos” profesionistas, dispuestos a cambiar el mundo, no, sino que estaba cansado de tantos muchachitos que llegaban ahí buscando ser diferentes. Si, porque lo de ahora es ser diferente. Estaba cansado de sus supuestos problemas tan bien estructurados y “síntomas” que habían leído en internet.

Cuando Lucía entro al consultorio Leonardo pensó que se trataba de otra paciente cualquiera. Abstraída, taciturna, y difusa; con cierto recelo hacia ese tipo pocos años mayor que ella, ¿qué podía decirle él sobre sus problemas?

Después de varias sesiones de rutina donde casi no se obtenían resultados, ni se llegaba a ninguna parte, Lucía le confesó al “doctor” que había sido violada...

Leonardo no sabía como reaccionar, en sus clases de psicología teorizaban acerca de los conflictos que puede tener una persona al sufrir un hecho tan traumatizante, pero era solamente ficción, no real. Le ofreció asesoría legal, ayuda sentimental, etc., todas las cosas que le remarcaban en la escuela que no podía hacer para no involucrarse con los pacientes.

La chica tuvo que tranquilizarlo, explicarle que ya habían pasado un par de años desde que sucedió, así que no se tenía que preocupar por ella. Le contó que el sujeto que la violó era su novio. Que tenían alrededor de un año de haberse conocido cuando la obligo... le comento como era su relación y como se enamoró perdidamente de él.

Su mirada era profunda, enigmática... esos ojos negros que se encontraban encima de las ojeras casi crónicas, sus labios un poco secos debido a lo ácido de su saliva, la nariz que dividía en dos ese rostro perfectamente simétrico. Su cabello largo y lacio que acentuaba su espíritu libre.

Una vez que acabó con su relato y habiéndose percato de su abstracción al hablar de él se despidió de Leonardo, pues ya no quería contrariarlo más.

Ella pensaba que tal vez éste joven psicólogo podía ayudarle a entender porque una vez pasado el tiempo, y con las heridas sanadas, había aceptado que aquella experiencia fue de su agrado. Como sus relaciones posteriores estaban marcadas con la premisa del fracaso, pues Lucía tenía un problema, que en esta ocasión no se podía resolver.

Discurso del día del amor y la amistad

Vivimos inmersos en una época de consumismo total y rampante, donde se pondera el tener sobre el ser; y como tal, todo se ha vuelto un producto, incluso algo tan libre y anárquico como el amor.

Puedo admitir y hasta solapar que traten de imponerme festividades tan variadas y que no comparto en su concepción (por su motivo religioso, político o social), pero no tolero que regulen como y cuando tengo que expresar mi amor hacia mis semejantes. El simple hecho de que un sentimiento se tenga que exteriorizar en una determinada fecha es deleznable.

Pídeme que te de mi amor, pero no me digas cuando; exige que me entregue, pero no me digas como...

Cuán miope tiene que ser alguien para que sólo con “regalos” y “detalles” se de cuenta de que otra persona siente afecto por ella, y mucho más aún, que tenga que ser en determinada fecha para que ese “cariño” sea apreciado como merece.

Libre mercado... todo se vende, todo se compra, incluso el amor.

Imagen: Defondos.com