Erección

Tal vez, las cosas no existen hasta que te das cuenta de que están ahí y suceden. Eso es lo que sucede con las erecciones. Desde que el bebe nace, se presentan y son naturales, pero una vez que se toma consciencia de ellas es cuando nos traen placeres y vergüenzas, pena y orgullo, incomodidad y confort... esa sensación de poder que sólo un hombre puede explicar.

No recuerdo con certeza mi primera erección, tal vez porque no fui un joven precoz. Me desenvolvía en un ambiente demasiado tranquilo —que en retrospectiva parecería aburrido— y en un contexto profundamente religioso, donde el deseo sexual era prácticamente nulo, no por imposición o norma, simplemente por carencia de sentido.

Lo que si recuerdo, muy bien por cierto, es aquellas primeras erecciones que eran provocadas, que nacían del encuentro con mi bella Violeta.


Nos conocimos por la amistad que compartían nuestras mamás, coincidíamos en frecuentes ocasiones en reuniones donde el común denominador para todo joven es el aburrimiento. Eramos de la misma edad, lo demás estaba de sobra. Al principio me costó mucho tiempo mostrarme con naturalidad ante ella, puesto que mi personalidad era introvertida y apenas hacía mis pininos en el “arte” del cortejo, eso aunado a la belleza que la pequeña Violeta irradiaba.

Nuestra amistad se afianzó y pronto encontramos los pretextos para frecuentarnos cada vez más hasta convertirnos en novios. Los primeros esbozos que recuerdo relacionados con la erección, pueden remitirme a esas ansiosas esperas afuera del “Sagrado Corazón de Jesús”, donde el tiempo se me hacía eterno. Pero no recuerdo que fuera una erección como tal, era esa adrenalina que sientes al ver a tu peor es nada.


Erección como tal, las que había en su casa. En esas tardes donde juntos descubríamos nuestra sexualidad y el rubor provocado por la excitación era una constante , claro, todo esto bajo el pretexto bien fundamentado de ayudarnos en las tareas y ser “amiguitos” a los ojos de nuestros padres.


Nada se compara a esa satisfacción tan egoísta de proporcionarle placer a otra persona, y si a eso le agregas la transgresión, el descubrimiento, y la sensaciones que sólo se experimentan cuando eres un adolescente te hacen descubrir que el contacto con el otro ser es maravilloso.

Imagen: Universidad de Santiago de Chile

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