De parafilias y jóvenes psicólogos

Hacía mucho que Leonardo había entrado en el programa estructural para la asistencia de la juventud mexicana. O lo que es lo mismo, donde incipientes psicólogos tenían que prestar servicio social a chavos que eran enviados a éstos especialistas para ser atendidos de forma gratuita.

Lo que en algún momento era emoción y prestancia para con los jóvenes, se fue transformando en tedio y hastió. No sólo se le termino ese encanto primigenio de los “nuevos” profesionistas, dispuestos a cambiar el mundo, no, sino que estaba cansado de tantos muchachitos que llegaban ahí buscando ser diferentes. Si, porque lo de ahora es ser diferente. Estaba cansado de sus supuestos problemas tan bien estructurados y “síntomas” que habían leído en internet.

Cuando Lucía entro al consultorio Leonardo pensó que se trataba de otra paciente cualquiera. Abstraída, taciturna, y difusa; con cierto recelo hacia ese tipo pocos años mayor que ella, ¿qué podía decirle él sobre sus problemas?

Después de varias sesiones de rutina donde casi no se obtenían resultados, ni se llegaba a ninguna parte, Lucía le confesó al “doctor” que había sido violada...

Leonardo no sabía como reaccionar, en sus clases de psicología teorizaban acerca de los conflictos que puede tener una persona al sufrir un hecho tan traumatizante, pero era solamente ficción, no real. Le ofreció asesoría legal, ayuda sentimental, etc., todas las cosas que le remarcaban en la escuela que no podía hacer para no involucrarse con los pacientes.

La chica tuvo que tranquilizarlo, explicarle que ya habían pasado un par de años desde que sucedió, así que no se tenía que preocupar por ella. Le contó que el sujeto que la violó era su novio. Que tenían alrededor de un año de haberse conocido cuando la obligo... le comento como era su relación y como se enamoró perdidamente de él.

Su mirada era profunda, enigmática... esos ojos negros que se encontraban encima de las ojeras casi crónicas, sus labios un poco secos debido a lo ácido de su saliva, la nariz que dividía en dos ese rostro perfectamente simétrico. Su cabello largo y lacio que acentuaba su espíritu libre.

Una vez que acabó con su relato y habiéndose percato de su abstracción al hablar de él se despidió de Leonardo, pues ya no quería contrariarlo más.

Ella pensaba que tal vez éste joven psicólogo podía ayudarle a entender porque una vez pasado el tiempo, y con las heridas sanadas, había aceptado que aquella experiencia fue de su agrado. Como sus relaciones posteriores estaban marcadas con la premisa del fracaso, pues Lucía tenía un problema, que en esta ocasión no se podía resolver.

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